El origen del brindis
Ponte que has quedado con tus amigos o tu familia para tomar unas cañas navideñas. Ponte que quieres quedar bien, parecer “alguien leído”. Ponte que alguien propone brindar. ¡Ahora!
Es tu momento. Ataca:
– Chicos, ¿sabéis de dónde viene lo de brindar?
Ohhhh!! (admirativo)
(¡Ojo! ¡que no parezca que te lo has aprendido hoy en la revista de la sala de espera del dentista! Dale un aire natural, “kásual” que dicen los modernos. Sin darte importancia…)
Hay varias teorías al respecto:
- La primera habla de que proviene del siglo IV a.C. Como era usual envenenar al prójimo (fea costumbre) a través de su bebida, se chocaban fuertemente los recipientes para mezclar los líquidos y así asegurarse de que si uno palmaba, palmaban los dos.
- Mucho más bonita es la siguiente teoría: como muestra de confianza en el anfitrión, en un caso como el anterior, se chocaban leve y amistosamente las copas como diciendo: “sé que no vas envenenarme, confío en ti” ¿No es precioso? El sentimiento de confianza en general, no el hecho de confiar en que no te envenen que, entendemos, a día de hoy, no debería pasarte.
- La siguiente teoría sitúa el origen del brindis en el siglo XVI. Es la típica horquilla que le puede bailar a un historiador, sí. La anterior hablaba del S. IV a.C y ésta del S. XVI d.C. 2.000 años arriba o abajo… cosas que pasan. Si te casas con un historiador no tengas en cuenta que no se acuerde exactamente de la fecha de vuestro aniversario. Perdón, decía que la siguiente teoría tiene como motivo la celebración de la victoria en Roma del ejército de Carlos V. Lactancio, caballero mancebo de la corte del Emperador (cuyo título no me queda nada claro, por lo que pensaré que era un señor al que le gustaba mucho la leche) convenció a “el Arcediano del Viso” (de este nombre no te vas a acordar al contarlo, cuenta con ello, así que piensa que es uno que vio el saqueo y di: “Lactancio, un señor al que le gustaba la leche, convenció a uno que pasaba por allí…”) de que Carlos V no tenía culpa de nada porque el saqueo era designio divino, y brindaron todos juntos diciendo “bring d´irs” (“yo te lo ofrezco”)
- ¡Más teorías! La de “se me ha acabado la cerveza”. En las sociedades romana y griega, en sus fiestas, levantaban y chocaban sus copas para que los sirvientes, con el sonido, se dieran por aludidos y las rellenaran. Efectivamente, nuestros referentes en la cultura occidental eran más bien tirando a vaguetes. Lo de levantarnos a pedir con educación la siguiente ronda nos debe venir de otra rama.
- Y la última… brindar es la forma de que participen en el disfrute de la cerveza tus cinco sentidos. Porque el color dorado (“con matices del color de los campos de trigo en Soria al atardecer” que diría mi tía, lo que viene siendo dorado) ya lo ves, el olor a lúpulo, cebada, malta… ya lo hueles, el sabor lo disfrutas, de eso no hay duda, el recipiente lo coges y así haces partícipe al tacto, pero… ¿oírlo? Sí, escuchas las risas y conversaciones que rodean a las cañas y a las tapas, pero brindar hace que integres también el oído en ese momentazo y así, te entregues en cuerpo y alma al rito cervecil.
No sé yo si alguna de estas teorías es estrictamente cierta: los siglos bailan, “bring d´irs” es bávaro y no significa exactamente “yo te lo ofrezco” (no sé si es culpa de Lactancio, que no dominaba la lengua, o de una traducción posterior) (pensaré en que es algo reciente porque a Lactancio le he cogido cariño)… pero sé que todo esto tiene sentido. Porque brindar es demostrar confianza, celebrar u ofrecer algo y hace que el momento cañeo sea redondo.
Y ahora: familia, amigos… (Acaba tu discurso “kásual”. No dejes para mañana un postureo que puedas hacer hoy): levantemos nuestras cañas y brindemos, sabiendo por qué lo hacemos, por los griegos, los romanos, Carlos V y sus secuaces, los historiadores y la paciencia de sus consortes, el bávaro y Soria y por todos los que alguna vez han brindado con motivo o sin él. Porque siempre tengamos algo que celebrar, ofrecer, agradecer. Alguna broma que hacer. Gente con la que tomar una caña. Vosotros. Mi gente. (Cuidado que ahí alguien llora. Manéjalo bien. Sonríe. ¡Les tienes! ¡Ahora mismo te aman, fiera!, ¡sigue!) ¡Por mí, por todos mis compañeros y por mí el primero! (mal. ¿Ves? Te has venido arriba) Por la vida, por disfrutarla, por la cerveza en la mejor compañía (Mírales a los ojos, les has recuperado, sigue mirándoles y cierra esta maravilla que has hecho hoy…)