La felicidad empieza con uno, o varios, guilty pleasure

Si hay una cosa clara es que nos gusta lo que nos encanta, pero entonces, ¿por qué en ocasiones decidimos no contárselo a nadie o incluso esconderlo? ¿por si acaso nos lo quitan? Bromas aparte, los guilty pleasures, o placeres culpables dependiendo de nuestro grado de postureo, son aquellas pequeñas cosas que por ridículas que nos puedan parecer hacen de nuestra vida un lugar algo mejor.

Uno de los placeres culpables más comunes tiene que ver con la música, porque a tod@s nos seguirá flipando el Wannabe de las Spice Girls, y seguiremos dándolo todo con Camela y su “sueño contigo que me has dado sin tu cariño no me habría enamorado”. Pero eso sí, cuando vamos por la calle con nuestros amigos y vemos uno de sus conciertos anunciados nos reímos y decimos bien alto “¿Camela? pero, ¿de verdad alguien va a sus conciertos?”.

Tampoco se queda atrás la parrilla televisiva, aquí nadie ve telebasura, pero sorpresa, esos programas son los más vistos ¿misterio? NO. Diríamos más bien que nos encantan los salseos, el que éste le haya dicho a la otra no sé qué y madre mía la que se va a liar… Ay que nos conocemos. Por supuesto esto también pasa con el cine, que, aun siendo amantes y abanderados del cine de culto, apetece una pastelada romántica de vez en cuando.

Siguiendo con el drama del amor otra de esas pequeñas cosas que no se pueden contar son nuestras dotes de espía en redes sociales, lo que ahora se conoce como stalkeo. Ante todo, diremos que lo de nuestra ex pareja no es que esté superado, es que está superadisísimo, porque «ya hace dos horas que no me he metido en su Instagram a ver quién le ha comentado». Quizá esto podría considerarse más bien masoquismo, pero a veces hasta nos alivia, misterios de la vida…

Y llegamos a la comida, esto si que es un placer de los de verdad. Por mucho que nos importe cuidarnos y ser gente fit, en algún momento acabamos sucumbiendo ante esa hamburguesa con doble de queso y doble de todo, o ante nuestra chocolatina favorita que con tanto sacrificio en el gym nos hemos ganado. Puede que los placeres culinarios sean de los pocos que compartidos sientan incluso mejor, pero sin pasarse, porque cuanto más repartas menos comes.

Por último, lo que quizá más vergüenza nos de reconocer: la superstición. Hay una ley no escrita sobre rituales de suerte. Más allá de no pasar por debajo de una escalera o tener cuidado con la sal, puede que tengas ese boli de la suerte que te ha ayudado a aprobar todos los exámenes de la carrera, chuletas aparte, o esa prenda de ropa que te aporta seguridad pasen los años que pasen.

Al final se trata de buscar la felicidad, y darnos cuenta de que puede estar detrás de pequeñas cosas. A veces podemos compartirla tomando unas cañas y rompiendo la rutina, y otras veces la disfrutamos en nuestra intimidad, pero ¡lo importante es tenerla!

Y tú, ¿qué guilty pleasure escondes?